Esteban Villegas Villarreal, vive en estos momentos, uno de los episodios más cruciales no solo de su trayectoria política sino de su vida misma, porque tendrá que enfrentarse solo a las vicisitudes propias de la existencia y las adversidades de la política sin la ayuda de nadie; hoy está obligado a demostrar de qué está hecho y saber sortear las marejadas y tormentas que azotan a la nave prianista en que decidió treparse.
Esteban es un excelente candidato, sabe mejor que nadie moverse en los escenarios, conectar con el público, dominar el micrófono y los reflectores. El haber incursionado en el mundo artístico le dio muchas tablas que son necesarias en la política; sin embargo, tiene en su haber muchos detractores, que harán hasta lo imposible porque su nave llegue a buen puerto y estos, se distribuyen en dos bloques.
El primer segmento de enemistades del médico general, son todos aquellos compañeros de partido que aún le profesan envidia porque hace seis años fue el favorito del entonces jefe político del PRI para ser ungido como candidato a gobernador. Muchos de ellos le juraron lealtad y unidad, pero en los hechos estuvieron de brazos caídos o bien, operaron de manea subterránea o promoviendo el voto cruzado en favor de Rosas Aispuro, por ello es que fueron recompensados con una posición generosa en la nómina gubernamental durante el sexenio aispurista.
“Es que era muy soberbio; nunca contestaba el teléfono”; “jamás me aceptó una reunión, siempre me dijo que sí y nunca me dijo cuándo”; “aún estoy esperando que me iba a recibir en su oficina”; “a mí me invitó a su campaña, pero nunca me dijo qué me iba a dar; en cambio El Güero me dijo que mi iba a hacer secretario”. Son las frases comunes que uno escucha de los priistas resentidos, muchos de los cuales hoy vuelven a aparecer a su lado, buscando el mejor ángulo de las fotografías.
Villegas sabe quiénes son, conoce los nombres de quienes lo traicionaron, de quienes se robaron el dinero para la movilización de votantes y de quienes se reportaban al cuarto de guerra de Aispuro Torres, encabezado en ese entonces por Adrián Alanís.
Todos ellos se negaron a voz en cuello que fuera el candidato de la ahora alianza, pero en seis años nunca se preocuparon ni ocuparon por construir posicionamiento, de cara a los juegos de la sucesión gubernamental. Ahora Esteban tendrá que hacer amarres con ellos, vigilarlos, condicionarles su lealtad y cumplimiento para que no le vuelvan a fallar.
Ahora bien, el otro bloque, son los panistas que piensan que su partido ganó el gobierno de Durango y la capital hace un sexenio; omiten quien ganó fue Rosas Aispuro y su arrastre por toda la inconformidad que supo sembrar en contra de Ismael y Herrera Caldera.
Los panistas ortodoxos anhelaban un correligionario del blanquiazul, aunque éste fuera un personaje poco posicionado o un alcalde sin pena ni gloria, pero panista, finalmente. No asimilan que tengan que apoyar al hombre con el que compitieron y atacaron hace seis años; les importa más eso que frenar el crecimiento de Morena y con él, la consolidación del régimen lopezobradorista.
En los hechos, esta alianza es como un matrimonio en crisis, que se sostiene solo para dar un apariencia de felicidad a los hijos, pero en los hechos no tienen intimidad y la pareja duerme en cuartos separados.
Ya lo dijo el ideólogo priista Oskar Velázquez en una de sus publicaciones en Facebook, que en 2021, el primer laboratorio de la alianza prianrredista, los panistas nunca cobijaron a los candidatos siglados por el PRI y solo se concentraron en respaldar a sus compañeros blanquiazules. Al parecer, esta vez será igual, los panistas tienen encuentros, ruedas de prensa, toman café y no convidan a Esteban Villegas. Quizá ahora se concentrarán más en Toño Ochoa y con Villegas guardarán las apariencias.
Esteban se ha portado prudente, cuida cada palabra y paso que da para no cometer errores como hace seis años, les da su espacio a los panistas para que asimilen la realidad, pero el tiempo avanza y no perdona. Si bien cada elección es distinta, hoy se enfrenta a los mismos demonios y en el mismo infierno como Dante en La Divina Comedia.