Materializando la razón

La Laguna, un campo minado

por Patricia Sierra Ramírez 29 marzo, 2022 | Hace 3 años

Lo que es una rotunda realidad es que NO tiene nadie seguro el adjudicarse el triunfo electoral durante la inmediata contienda, la soberbia y la sobrada confianza en la que se presumen los galardonados como coordinadores en las campañas es que será el reconocimiento única y exclusivamente para quienes tengan la disposición de tocar en cada uno de los rincones, ya que la desesperación posterior a la decepción de la ciudadanía por las figuras artísticas que los representarán dejan mucho que desear.  Era imperdonable tener la bofa idea que se les exige a los partidos personajes “famosos o heredados de la estampa política”, se les ha exigido de todas las maneras una pluralidad de perfiles, con las aptitudes para ser referente a un desarrollo que tiene como prioridad la ZONA METROPOLITANA LAGUNA, urge regresar a una política donde el desarrollo industrial, ganadero y de la agricultura se vuelva a convertir en el referente de esta zona, pero no, al parecer siguen con la torpe ideología de perpetuarse en los mismos francos errores. 

La victoria en la contienda no la tiene segura nadie, se presentarán errores (más que las propias planillas) errores cuantiosos que sobrecargará el propio candidato con una carreta repleta de piedras, el resto del trabajo por pulirlas será de la propia y olvidada militancia y simpatizantes que a cada quien les sobreviva. 

Hablar de los excesos de confianza en segmentos sociales es un error garrafal, donde se han detectado a los impresentables Judas entre los linajes políticos locales, que han vivido con la misión y visión de amagar y contaminar el ambiente por sentirse triunfante y ufano de lograr su sobre puntualmente cada quincena o semana según “se arreglen”. A estos niveles tan bajos y tan asequibles  se ha llegado a mantenerse como un modo de vida en el quehacer político. 

Lerdo y Gómez Palacio, exigirán más de lo que se han acostumbrado en ofrecer, el error será ausentarse del territorio para vivir del discurso somnoliento y mareador, se exigirá arraigo y pasión por la tierra.

 

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