Ya vamos a la mitad y estamos igual que siempre… ¿o peor?
Para el presidente López Obrador, la lealtad es una moneda que compra todo y, quien no la tenga, es un simple sujeto del que, seguramente, su gobierno prescindirá, sin importar lo que haya aportado al movimiento ni a la consumación de su llegada al poder. Porque alrededor de la figura de Andrés Manuel, muchos han sido los creyentes, muchos han sido los que sin creerle todo le apostaron a su caballo y, muchos también y los más importantes, los que han rendido pleitesía a su persona, a sus ideas (por descabelladas que parezcan) y a sus decisiones. Estos últimos, tienen ganado el cielo, mientras sean capaces de defender a ultranza su legado. Se acabaron los tiempos de que ‘aquí caben todos’, pues lo que cabe es solo la aseguranza de que su gobierno perviva y su voz sea lo único que se escuche.
Apenas va la mitad de su gobierno, pero ya ha rasurado a todos los que se han atrevido a ser mentes propias. Ya no están los Carlos Urzúa, ni los Antonio Herrera, que se suponía sería un fiel acatador de instrucciones. Ya no están los Scherer, que le operaban a los niveles más íntimos. Se deshizo de Olga Sánchez, alejó a Ricardo Monreal, a Porfirio Muñoz Ledo. Se quedó sin el brazo ejecutor de su ‘dedito señalador’, quitando a Santiago Nieto Castillo para dejar a Pablo Gómez, deshaciéndose de Irma Eréndira y los Sandoval de Guerrero. Ya no está Germán Martínez, que había jurado lealtad al movimiento, ni le queda Lily Téllez, a la que convirtió en su más fiera opositora. Dejó fuera a Moctezuma para que Delfina, sin saber hablar siquiera, calle, calle bien y haga lo que se le pide. En fin, ahí lo que se busca es que no opinen, que no piensen, que no hablen.
¿Él para qué quiere equipo, si solo él toma las decisiones? Ya no solo se trata de los conservadores, sino de eliminar a cualquiera que cuestione o ponga en entredicho a su autocracia. Incluso medios y periodistas o comunicadores afines, ha llevado un rozón si no es que el golpe en seco, pues apenas se atrevan a levantar la mirada, también los encasilla en los ‘de derecha’ y, agárrense, pues el que entra ya no sale y no se quita el estigma. Nadie es eterno si no es el propio Andrés, el único que debe pervivir.
Si viene la crítica de la prensa, se desacredita y se le da la vuelta. Si viene de su equipo, se le acusa de traidor o se le encuentran nexos con los conservadores. Si viene de alguien identificado con su movimiento, se le niega, las veces que sea, más de las que Simón Pedro negó a Jesús, pues si no estás de acuerdo ahora, realmente nunca lo estuviste. La víscera presidencial es capaza de negarlo todo, acusaciones de actos de corrupción, cifras oficiales de asesinatos, de muertes por COVID-19, de valores financieros. Ya vamos a la mitad, y estamos igual que siempre… ¿o peor?