Es indignante que se tenga que solicitar que se haga una investigación sobre el alumbramiento de una menor con edad de 9 años quien señala como pareja a un joven de 18 años de edad. Los padres de la menor no dejarán de ser responsables de lo que sucede, lo que debe causarnos un detenimiento a la autocrítica sobre nuestro rol como parte de una sociedad, ¿en qué momento normalizamos ver que se violente a una mujer? En este caso a ¡una niña!
Como mujer con licenciaturas, grados académicos, con ciertos cargos curriculares y otros valores agregados que podrían pensarse que nos encontramos exentas al maltrato, al machismo, al sistema patriarcal y al compañero misógino, no, para nada me encuentro ajena a las circunstancias que me exigen ser parte del segmento que demandamos un freno a la violencia de todos sus tipos, de señalar en todo momento el hartazgo del ver como las mujeres toman la tragedia de otra con bandera electorera, ver como lo “rosa” lo pronuncian a modo y lo visten de moda.
Todos los días las noticias nos rebasan en la procuración de justicia, a cada hora durante una jornada laboral está siendo asesinada una mujer en nuestro país, mientras salimos a buscar el sustento de nuestra familia o el propio simplemente salimos con el temor de no ser presa de esa violencia, del deseo de poder llegar a casa y cuidar de los nuestros. En Durango cada día normalizamos la violencia en todas sus facetas, pero ¿por qué no volteamos y por qué no reaccionamos con la sororidad?
Una mujer no es problemática por poner límites, una mujer no debe ser señalada como la irreverente por no permitir que se abuse de ella en ninguno de los aspectos. Debe erradicarse la violencia al interior de los partidos, son los mismos partidos los que tienen sus incubadoras de nuestros legisladores, son en las instituciones partidistas donde no debe existir tolerancia a las expresiones como: “Mándala a la chingada”, “Ni era necesario que participaras en la campaña”, “Te hubieras quedado en tu casa”, por alzar la voz, en la chingada vivimos las mujeres desde el momento que lidiamos nuestra vida con el machismo y posponemos nuestro sano desarrollo en todas sus facetas desde la infancia por tolerar la misoginia y el machismo, en la chingada vivimos desde que ignoramos la capacidad legislativa y el quehacer político de los que se postulan o permitimos que se dejen imponer. A la chingada voy y vengo cada vez que vemos que siguen siendo los mismos y por eso los problemas son cada vez más complejos. Somos nosotros el problema por ser permisibles al negocio y a la prostitución de la paz y seguridad de nuestra entidad. Son los partidos los que presumen una militancia equiparable a la impunidad y a la corrupción.
¡Debemos criar infancias sanas para procurar una vejez segura, no por ellas, sino para todos!