La conformación del movimiento que llevara a Andrés Manuel López Obrador a ser presidente de México, fue exitosa y cumplió con ese objetivo. Su evolución como partido político, no ha sido llevada de manera ordenada, pues dentro de él, solo se reconoce a un verdadero líder, mismo que los ha dejado abandonados a su suerte. En el camino, han llegado muchos que jamás habrían figurado dentro de la política, porque no ofrecen nada y les ha bastado la corriente generada por la idea de un cambio, para estar en posiciones que difícilmente habrían conseguido por mérito propio. La conjunción de ideales sin aterrizar, radicalismo, una izquierda que reniega de su origen y una competencia hambrienta por las posiciones arrebatadas por los políticos exiliados que llegaron como parásitos a alimentarse de un proyecto que les aseguraba triunfos, han provocado una guerra intestina que está acabando con cualquier dejo de decencia, si acaso alguna vez la hubo.
Este fin de semana, pudimos ser testigos cómo las dirigencias estatales de Morena han hecho y desecho de todo, para asegurar las posiciones de las representaciones distritales que conforman la estructura medular del partido y, con ello, quienes conformen el comité nacional, sean afines a sus intereses y proyectos personales. Pareciera que este proceso interno se salió de las manos, se rompiera el orden y le faltara liderazgo pero, la realidad, es que eso es precisamente lo que pretendían desde el inicio, porque saben quienes están al frente, que no son realmente líderes y no se han ganado el respeto de los morenistas por convicción. Este caos, entonces, era necesario para reventar un proceso y meter, de manera burda, las manos en los resultados.
Durango, por supuesto, no es la excepción. La desgastada y nociva dirigencia de Otniel García Navarro, ha provocado sinsabores, pues en la simulada estructuración de los comités municipales, donde se suponía tendrían representación todos los grupos y corrientes al interior de Morena, al final se desnudó la verdad y se terminó por imponer candidatos que a la postre los llevaran a una dolorosa derrota de la que solo rescataron gobernar a menos del 15 por ciento de los duranguenses, en municipios donde no tendrán mucho de dónde lucir, pues el propio esquema de gobierno lopezobradorista, lo ha dejado con las manos atadas. Desde la figura de Marina Vitela, quien ahora hay quien aseguraque podría ser la próxima dirigente estatal e incluso la candidata natural a la senaduría en un par de años, hasta los candidatos a las presidencias municipales, sindicaturas y regidurías, fue evidente el manoseo, dejando fuera a perfiles que sí eran competitivos, pero que no garantizaban a la dirigencia ningún beneficio político ni económico. De ahí que haya tantas acusaciones hechas sobre la venta de posiciones tanto por el propio García Navarro, como por el delegado nacional, Nacho Mier, al que han señalado de solo buscar asegurar perpetuar negocios particulares, sobre todo en la región de la Laguna duranguense.
Imaginemos que estos personajes hubieran llegado a gobernar nuestro estado o municipios importantes, seguramente la designación de secretarías y direcciones serían también objeto de rapiña y gandallismo. Por algo es que en el único municipio relevante, económica y políticamente, que gobernaban desde 2019, fueron arrasados y, al parecer, su exalcaldesa, no podrá salir a la calle sin ser repudiada, si acaso se atreve a volver a Gómez Palacio. La derrota electoral en Durango es reflejo de una estructura débil, forzada e inoperante; pero su torpe conformación estructural es reflejo de que, en ese partido, no hay cabida sino para quienes llegaron a arrebatarlo todo, apadrinados por los poderosos que se adueñaron del partido desde el inicio.
Este partido se encuentra muy lejano a encontrar una madurez que le permita no solo crecer, sino permanecer, pues pareciera que el hambre de sus dirigentes no tiene espacio para dejar sentarse a otros en la mesa, mucho menos para compartir un plato. Cada vez son más morenistas que se dicen decepcionados por el manejo de su partido y cada vez más, los lopezobradoristas refuerzan su idea de que Morena no representa a su presidente. En fin, esta muestra de falta de civilidad, se ha replicado en cada ocasión que los integrantes del partido, han participado en sus procesos democráticos, que han dejado muestra que están tan lejos de la democracia y tan cerca de aquello que tanto critican y señalan de los partidos tradicionales.