El día de hoy me registraré como precandidato a la presidencia municipal de Durango por Movimiento Ciudadano. Desde que tomé la decisión, le he dado muchas vueltas a cómo configurar respuestas elocuentes a sus diferentes porqués: por qué entrar a la contienda, por qué a la presidencia municipal, por qué ahora y no mejor en otro momento…y un gran etcétera.
A veces, la aparente dificultad del camino hace que la decisión no encuentre una respuesta elocuente. Competiré en un municipio donde los partidos tradicionales no han dejado de gobernar. Mi equipo y yo nos enfrentaremos a dos coaliciones que, a primera vista, parecen acaparar el espectro político.
Sin embargo, estoy convencido de que hay momentos que definen a uno como ser humano. Cada uno en su ámbito sabe que hay épocas en donde se debe tomar la vida como venga porque serán los mayores retos los que la dotarán de sentido. Ese es mi caso.
La vida política, tomada en serio, no es cosa menor. Es una vocación absorbente que precisa saber por qué uno la escoge y, como bien dice Michael Ignatieff, para quién la haces. Si no se tienen las respuestas a estas dos preguntas, la política no es para uno. La respuesta a la primera cuestión varía de persona a persona ya que emana de las fibras más íntimas de su ser. La respuesta a la segunda es la más importante y esa sólo se logra con el tiempo dedicado al quehacer político. Se aprende a fuego lento, en cientos de reuniones con extraños, tocando decenas de puertas, recorriendo calles y escuchando miles de demandas. Sólo así sus agravios se tornan en tus causas, sólo así se “convierten en las personas a las que sirves y que justifican tu actuar”.
Ésta será mi tercera incursión en la política electoral y tengo claro para quiénes quiero hacer política. En las dos contiendas anteriores competí por una diputación y lo que más me frustraba era que, si bien la labor legislativa es fundamental, por su misma naturaleza tiene muchas limitaciones. Un legislador construye normas cuya eficacia siempre es de pronóstico reservado. Acaso donde más inciden los diputados es en la confección presupuestal, pero también de forma limitada porque su ejercicio está reservado a los distintos poderes ejecutivos. Y cuando uno está en campaña encuentra que el 99.9% de las peticiones de la ciudadanía no tienen que ver con el ámbito legislativo, sino con el municipal.
En las últimas dos contiendas aprendí que los verdaderos grandes problemas, son los pequeños problemas de la cotidianeidad: que la dignidad de una vivienda reside en los detalles; que el alumbrado público hace la diferencia entre una comunidad sana y una violenta; que la limpieza urbana y las calles bien pavimentadas, no tienen sólo un valor estético, sino que son un símbolo de comunidad porque son bienes que todos compartimos. Que sin seguridad pública garantizada no hay vida verdaderamente libre. Que sin reglas claras en los trámites más básicos, reina la cultura del privilegio que perpetúa los esquemas de desigualdad social. Que no hay ciudad en donde el mercado pueda florecer si el municipio no establece reglas claras, justas, eficaces y eficientes.
Noté que, en buena medida, la crisis de representación que nos aqueja deriva de los malos gobiernos municipales. Su ineficiencia es notoria, su burocracia asfixiante. Y ahí es donde
empieza a mermar la confianza de la gente en la actividad estatal, en la política y en los políticos. Me di cuenta de que llevamos mucho tiempo entrampados en las grandes reformas nacionales, mientras hemos dejado de lado las resoluciones de problemas más fundamentales. Un botón de muestra: el abastecimiento de agua. En pleno siglo XXI hay grandes zonas de Durango, por ejemplo, donde simplemente no hay agua. Ese es el México real, en donde lo municipal es el nivel de gobierno más olvidado de nuestra transición.
Al terminar la última campaña medité sobre todo esto y caí en cuenta que es por ellas y ellos por quienes quiero hacer política. Por todas y todos aquellos que me han abierto sus casas, asistido a reuniones y han expresado sus frustraciones por no tener acceso a los derechos más básicos. Por todos aquellos a quienes el sistema humilla al negarles la dignidad más básica: el derecho a tener derechos.
Entro a esta gesta consciente de que no hay mayor responsabilidad que tener la esperanza de otros puesta en ti; sabiendo que incumplir no es opción, pero confiando en que mi equipo y yo tendremos el poder para incidir.
En Durango tendré el reto de compartir esa política en la que creo, esa ciudad que deseo y quiero; y ese Movimiento en el que confío. Sé que el camino será sinuoso y empedrado, pero sé también que la esperanza se contagia y que la motivación se infunde. Y que Movimiento Ciudadano hoy es la única alternativa política porque estamos dispuestos a dar la cara, a salirnos del molde, a hacer las cosas diferentes y desde lo más inmediato: desde lo local para transformar lo nacional. Por eso quiero ser candidato a Presidente Municipal de Durango.